lunes, 3 de marzo de 2014

OIDO A ESOS TAMBORES


En esta nación nuestra no se oyen ya tan lejanos el estruendo  de bélicos tambores, batidos con insistencia en Ucrania y Rusia, cuyas broncas notas atraviesan países con frágiles fronteras donde no encuentra barreras de contención el espejismo de un falso nivel de vida, aderezado con complejos problemas, a lo largo y ancho de Europa.

Y es que la Historia (¡siempre la Historia¡) recuerda al viejo y olvidadizo continente, mire atrás, siéndole familiar quizás, –no tan lejana en el tiempo- la guerra de Crimea 1853/56 y consecuentemente, la batalla de Balaclava a veces aureolada, por algunos, con cínico glamour por la “Carga de la Brigada Ligera” y, a su vez las de Ikerman y Sebastopol, sin dejar al margen la Primera 1914/18, con los escenarios de Galliopolis, Dardanelos, etc, omitiendo para no alargar citas la otra 2ª Guerra Mundial.

Cierto que España fue ajena a esas cruentas conflagraciones que tan alto precio exigieron a las naciones envueltas en ellas, pero habría de anotarse que el mundo, entonces, no estaba tan “globalizado” y/o interrelacionado, como actualmente sí lo está.
Pero, sin duda, es motivo de  preocupación su pertenencia como miembro de la inefable “OTAN” y, por tanto, adherida a los compromisos de la misma.


Siempre enemigos de un peligroso cataclismo, confiemos y esperemos no falten personas de buena voluntad que apuesten por un diálogo concluyente de soluciones alejadas de abominables actos bélicos, donde penetre la luz de la paz, similar a la que en los dias aciagos del Hospital de Scutari (Crimea) se hacía acompañar, mitigando los sufrimientos de tantos desgraciados, la “Dama de la lamparita” y ejemplo de humanidad como fue FLORENCE NIGHTINGALE

sábado, 1 de marzo de 2014

APUNTES SOBRE ZALAMEA LA REAL (I)

                     
Aunque tardío estudiante de la Historia de la Cuenca de Rio Tinto, me causa singular interés, por variados motivos,  el municipio del que se desgajó el pueblo de la Mina, allá  por 1841, como posteriormente lo hicieran, Nerva (1885) y El Campillo, (1931) de la matriz zalameña.

Destejer el nudo Zalamea-RioTinto; Zalamea-Nerva; Zalamea-Campillo, no es tan difícil, si damos un repaso a los dos siglos anteriores al actual.

Históricamente sería más prolijo y llevaría tiempo profundizar en los orígenes de Zalamea, con ausencia de experimentado profesor que oriente vacilantes pasos de  atrevido discípulo –como yo mismo lo soy- cuya imprescindible docencia y subsiguiente aprovechamiento, resultarían fecundos, sin duda.
Pero, ¿Cómo estudiar –sin antes no  descubrirse- ante las Reales Ordenanzas, (¡pura Historia escrita¡) observadas  por un pueblo de vida rural, que se esforzó, incluso pagando, para ser libre en 1535, de un sistema medieval?

Se agradece a título personal, como muy posiblemente lo harán todos los zalameños, el devenir de su antigua historia, narrada con sencillez y veracidad por Domínguez Cornejo y Domínguez Pérez de León, que nos entusiasma.
Nuestra incapacidad para remontarnos a tiempos pretéritos, si bien con un innegable legado histórico muy apreciable, nos obliga a limitar conocimientos y hacer que estos recaigan en una época más reciente,  haciéndolos detener en personas cuyas vivencias son llamativas de atención por la contribución que prestaron al desarrollo de la sociedad mitad rural, mitad industrial, en la que les tocó desenvolverse.

Y es que, a nuestro parecer, existe una parcela, dentro de las complejas labores mineras
de Rio Tinto en la que “la mano de obra” procedente de Zalamea, (similar a la abundante aportada por Nerva) tan significativa fue en la concurrencia, no sólo de tantos mineros, como en los interiores de los pozos sufrieron fatales accidentes, junto a compañeros de la citada Nerva, Campillo, RT, etc. sino también, en los servicios auxiliares imprescindibles para la extracción.
¿Es posible pasar de puntillas y no reconocer la numerosa plantilla de operarios zalameños que nutrían los Departamentos de la RTCL en Central Eléctrica, Conservación Casas, Talleres, Tráfico, Servicios de Lista, Médico, etc.?
Con alta valoración para todos aquellos encuadrados en los repetidos Departamentos y,
por las circunstancias de mi propia aproximación a su entorno, me permito incidir en el que atrajo común atención en la zona: El Servicio Médico de la Compañía en el período de la gestión  británica.

Se omite citar con detalle, por razón de espacio y con la amplitud que merecen,  a los fundadores del repetido Servicio, Drs. John Sutherland Mackay y Raymond Courteen, quienes comenzaron ardua  labor en las postrimerías de finales del XIX, demostrando su eficacia y utilidad…..al servicio de la Empresa, por supuesto, pero con reconocido beneficio, igualmente,  para trabajadores y familias

 Queda algo más reciente la sucesión de los dos anteriores, al frente del mencionado Servicio, con Dr.Robert Russell Ross quien, como es sabido, detentó la Jefatura desde 1889-1927, pudiendo deducir era la personalidad central sobre la que giraba, por su cargo e idiosincrasia, el  cuadro sanitario, parte del cual intentaremos relacionar , seguidamente, de procedencia zalameña.

APUNTES SOBRE ZALAMEA (II)

                               
Sería injusto no situar, en preeminente lugar del escalafón de los galenos lugareños al Dr. F .Beato, de quien pocas referencias conocemos y sólo que comenzó a prestar sus
servicios profesionales, a la RTCL, en la misma Zalamea, subvencionado con ₤120/año
a finales del XIX

Le sucedería en la plaza, el Dr. .Don Juan Bautista Lancha y Linares, terrateniente y Alcalde de Zalamea entrado ya el siglo XX, ejerciendo la medicina al servicio de la Compañía, quién le  incluía en su nómina  en 1907 percibiendo ₤165/año y 5000 Rsv  revisables,. Su prestigio y consideración dentro de la Compañía (por varios motivos) debió ser notable, manteniendo además estrecha amistad con el Dr. Ross, según hemos podido constatar por documentos acreditativos de la familiaridad existente entre  los miembros de ambos médicos, siendo frecuentes y especialmente demostrativa de sentimientos entrecruzados, por ejemplo en Navidades, por las hijas de Ross, Nann y Sheilah, con la de D. Juan Bautista,  Juana María.
Al menos, permaneció al servicio de la Compañía hasta 1915, que sepamos.

También fue contratado por la RTCL. D. Rafael Lancha Linares, que suponemos hermano del anterior y destinado en Naya a quien le fue asignado un salario anual de ₤165 permaneciendo escaso tiempo, para luego desempeñar la profesión en Monte Sorromero y posteriormente pasar a Zalamea, finalizando su labor en 1925

 Al Dr. Aníbal Beato Cornejo, hijo del médico primeramente mencionado, lo captó el Dr. Ross uniéndole a su equipo y radicándolo en Zalamea en 1919, con un sueldo de 1000 Rsv/mes que tras pasar y ejercer en consultas públicas, continúaría a tiempo parcial  percibiendo 50 Rs/ dia trabajado en 1921

Numerosos fueron los profesionales de la sanidad, vinculados por sus trabajos  con la RTCL  y así, la lista podría incrementarse con los muy conocidos Dres, Molina Lancha, Rafael Pérez de León, Marcelino Núñez Moreno, etc.

Mención especial e imprescindible en este repaso de parte de la historia sanitaria de Zalamea, injusto prescindir de mencionar al competente ATS, D. Francisco Romero Perea a quien tuvimos la gran suerte de conocer, en el desempeño de su eficaz trabajo como Ayudante de Cirujano, en intervenciones quirúrgicas de riesgo y prestación de anestesia en quirófanos, en casos urgentes que lo requerían. (Hospital del Valle)
El complejo puzzle sanitario que precisaban  los trabajos mineros, requirió experimentados conocimientos de farmacopea y administración que, en tiempos no tan lejanos, recayeron en zalameños de pro, considerando así a  D. Manuel Serrano Beato y D. José Manuel Rodriguez Bolaños, respectivamente.


Finalmente, estos apuntes pretenden compendiar una pequeña porción de anotaciones extraídas de textos, cuyos títulos y autores fueron afortunados al beber de las fuentes halladas en los archivos dejados tras sí, por una Compañía que, con sus claros y oscuros, tanto marcó a pueblos y personas durante 81 años, tiempo quizás corto para la longeva Historia de Zalamea, pero que, indudablemente,  aumentaron la dimensión de la repetida Historia y, con ello, la de toda la Cuenca.