CANTABAMOS: “Montañas Nevadas y banderas al viento”.
Nunca
entendimos -(entendí)- que significaba aquella consigna, repetida a menudo, en la juvenil organización del Frente de
Juventudes tal como: “Por el imperio hacia Dios” ….(¿?) ¡Que más, daba¡¡ . En
aquél tiempo, las centurias de “flechas” compuestas por bisoños chavales,
reclutados en colegios y obligados a
cumplir
una misión impregnada de formación pre militar, destinada a “defender a España”
y, dotadas por las autoridades del Movimiento a dicho fin, con ingenioso armamento como eran marciales
desfiles, cuyo notable punto de color lo
componían el azul de las camisas y rojas boinas, que la adolescente tropa acompañada por el redoblar de tambores y
agudos sones de cornetas, marcaba airosa
el marcial paso armonizado con himnos, por ejem: “Somos luz de
amanecer”…..
Y
sí, ¡sí.! Fuimos -(también yo lo fui)- involuntario participante en 1950, ya
pasados 14 años de la terrible calamidad nacional que supuso la incivil guerra
de nuestro país, nos vimos involucrados en esa inocente aventura juvenil, ilusa
y poética, derivada de la matriz Falange Española Tradicionalista que en sus
orígenes y, aún transcurrido el tiempo, es
continuadora todavía, de historias con
variadas y encontradas opiniones reflejadas en numerosos libros y diarios, que
personalmente me conducen a serena reflexión a una edad más avanzada de lo que
desearía. Para concluir, asumo pasé una alegre y desenfadada etapa con contenido
de “sana ignorancia”, pero valorando ahora
lo muy divertido que, en gran parte,
ocupó mi inconsciente adolescencia.
El
transcurso del tiempo, intangible medida que discurre, de forma inexorable,
para adaptarnos a situaciones mutantes por las circunstancias y/o
necesidades que van marcando el presente
de cada cual aunque, a su vez, dejando imborrable
secuela de un pretérito pasado que, afortunadamente en muchos queda y se traduce en nostalgia,
según qué casos.
Indudablemente
es ese “hilo conductor”, con carga docente, el que me llevó a entender determinadas
historias, no siempre suficientemente explicadas y, por consiguiente, mal
entendidas, con la finalidad de pulirlas y conseguir un acercamiento ajustado al contexto en el que
se originaron. En la búsqueda de tal propósito tuve la suerte de dar con una
mano amiga que me cedió las fotos que intento insertar aquí y corresponden,
lógicamente, a la anterior etapa de
1950. (1936-1939 y parte de la siguiente década)
Aún
me sorprende haber reconocido a personas a quienes les tocó vivir difíciles
días en un Rio Tinto, pillado en una contienda sobrevenida de ingratas
consecuencias que dividió a familias cuyos nietos, (-mitigados en el ámbito
familiar, los dolorosos e iniciales episodios de la conflagración-), trataban
de olvidar tristes historias tras sí, cantando ilusionadamente, el: “Somos luz de amanecer”……