sábado, 1 de junio de 2019






 CANTABAMOS: “Montañas Nevadas  y banderas al viento”.

Nunca entendimos -(entendí)- que significaba aquella consigna, repetida  a menudo,  en la juvenil organización del Frente de Juventudes tal como: “Por el imperio hacia Dios” ….(¿?) ¡Que más, daba¡¡ . En aquél tiempo, las centurias de “flechas” compuestas por bisoños chavales, reclutados en colegios y obligados a
cumplir una misión impregnada de  formación  pre militar, destinada a “defender a España” y,  dotadas por  las autoridades del Movimiento a dicho fin,  con ingenioso armamento como eran marciales desfiles,  cuyo notable punto de color lo componían el azul de las camisas y rojas boinas, que la adolescente tropa  acompañada por el redoblar de tambores y agudos sones de cornetas,  marcaba airosa el marcial  paso  armonizado con himnos, por ejem: “Somos luz de amanecer”…..

Y sí, ¡sí.! Fuimos -(también yo lo fui)- involuntario participante en 1950, ya pasados 14 años de la terrible calamidad nacional que supuso la incivil guerra de nuestro país, nos vimos involucrados en esa inocente aventura juvenil, ilusa y poética, derivada de la matriz Falange Española Tradicionalista que en sus orígenes y,  aún transcurrido el tiempo, es continuadora todavía,  de historias con variadas y encontradas opiniones reflejadas en numerosos libros y diarios, que personalmente me conducen a serena reflexión a una edad más avanzada de lo que desearía. Para concluir, asumo pasé una alegre y desenfadada etapa con contenido de “sana ignorancia”,  pero valorando ahora  lo muy divertido que, en gran parte, ocupó mi inconsciente adolescencia.

El transcurso del tiempo, intangible medida que discurre, de forma inexorable, para adaptarnos a situaciones mutantes por las circunstancias y/o necesidades  que van marcando el presente de cada cual aunque, a su vez,  dejando imborrable secuela de un pretérito pasado que, afortunadamente  en muchos queda y se traduce en nostalgia, según qué casos.

Indudablemente es ese “hilo conductor”, con carga docente,  el que me llevó a entender determinadas historias, no siempre suficientemente explicadas y, por consiguiente, mal entendidas, con la finalidad de pulirlas y conseguir un  acercamiento ajustado al contexto en el que se originaron. En la búsqueda de tal propósito tuve la suerte de dar con una mano amiga que me cedió las fotos que intento insertar aquí y corresponden, lógicamente,  a la anterior etapa de 1950. (1936-1939 y parte de la siguiente década)

Aún me sorprende haber reconocido a personas a quienes les tocó vivir difíciles días en un Rio Tinto, pillado en una contienda sobrevenida de ingratas consecuencias que dividió a familias cuyos nietos, (-mitigados en el ámbito familiar, los dolorosos e iniciales episodios de la conflagración-), trataban de olvidar tristes historias tras sí,  cantando  ilusionadamente, el: “Somos luz de amanecer”……