sábado, 7 de julio de 2012

AÑOS DE SUCESOS


                                                 
La Intensa explotación (para la época -1880/1890-) que estaba ejerciendo la minería, iba cambiando la fisonomía de Rio Tinto de manera espectacular. No sólo se arrancaba la piel de su tierra sino que, además, se profundizaba en las entrañas de forma semejante al cirujano que, ejerciendo su trabajo sobre el cuerpo de anestesiado paciente, emplea el bisturí  hurgando, hasta dar con el daño causante en la víscera doliente. Valga el ejemplo.
Ciertamente, trasladado al  caso minero, dicho ejemplo puede ser poco afortunado y contradictorio, porque si bien es similar en la forma, no lo es en el fondo, ya que se comenzaba arañando lo desechable, (mineral estéril) para obtener el aprovechable.

Sin embargo, en la citada década y permitiéndonos un imaginario seguimiento en la “línea quirúrgica”, era notable que, a la par que se operaba y abrían nuevas heridas, se practicaban abultadas suturas y, así como se procedía al derribo de la antigua plaza de madera para las corridas de toros, la Compañía levantaba otra más sólida en 1882, posteriormente destruida por conveniencias del servicio de la propia Compañía. Según la leyenda, los alrededores de la plaza eran  lugar de frecuentes reyertas y prostitución, argumentos que fueron esgrimidos, especialmente por las señoras inglesas, poco simpatizantes con  al arte de Cúchares,  para influir en la decisión del Director.

Entre las construcciones emprendidas en los comienzos de 1882, sobresalían las llevadas a cabo en Alto de la Mesa y  Hospital, este último ubicado en la parte oeste de la barriada.
La amplia explanada escogida para el asentamiento de  las nuevas viviendas era óptima, también, para la extracción de hierro que, años después, parte del yacimiento localizado en el extremo oriental, seria explotado a fin de obtener dicho metal

No obstante, fueron años en los que, de manera cíclica,  hicieron aparición las enfermedades endémicas azotando a la población. La viruela, fiebres tifoideas, paludismo, difteria y otras infantiles hacían estragos en todo el perímetro minero.
Las aguas fecales eran vehículo de transmisión, en gran medida, de las fiebres tifoideas, Por ejemplo, en el caserío de San Dionisio, ocupadas sus viviendas por familias inglesas, se tardó en descubrir un foco muy activo de fiebres de ese tipo que causó alguna muerte.
En cuanto a la mortalidad infantil es  penoso examinar los libros de Registro Civil de la repetida década (Juzgado de RT) para comprobar los fallecimientos acaecidos en ella.
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El año 1886 marcó un hito en la vergonzosa política que había mantenido España en sus últimos territorios caribeños, al haberse promulgado la Real Orden que abolía la ESCLAVITUD y firmaba la Reina Regente, Dª María Cristina, suceso cuya repercusiones fueron muy comentadas en la Mina y, enterados sus habitantes de ello, establecían en casas y tabernas comparaciones de tan infame lacra, cuya similitud no dejaba de llamar  la atención, cuando
a las entradas de los pozos y cortas podía contemplarse el paso de niños-pinches y barcaleadoras, sometidos a duros trabajos en los cuales, sus circunstancias personales disimulaban, invisibles, pero  férreas cadenas.

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