jueves, 30 de agosto de 2012

NUEVO AÑO, NUEVO HORARIO...RIO TINTO (1901)

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·         No podemos imaginar, con nuestra actual mentalidad, cómo debió ser la celebración del Año Nuevo que, de entrada y a partir del primer día de Enero, ajustaba el horario nacional a lo marcado por el Meridiano de Greenwich. En Rio Tinto, los grandes relojes de que estaban dotadas las estaciones del ferrocarril, departamentos y demás  dependencias de la Compañía,  fueron ajustados a la normativa que habrían de ser cumplidas, sin excusa y con milimétrica precisión.
·         Pasado algo más de un siglo, no sería desacertado elaborar un cuadro que, aún con rebuscadas ideas  y torpe mano, nos permitiesen  esbozar un panorama acorde con la época, siempre ayudados, ¡cómo no¡ por ese manantial de sabiduría del que nuestros antepasados nos permitieron beber.
·         La mayoría de la población trabajadora, en cuanto a carencias y comodidades personales, distaba mucho de ser similar a la evolución social conseguida por esta otra sociedad que le sucedió. Pecaríamos de petulancia el repetir muy  conocidas situaciones que vivieron antaño y refirieron a hijos y nietos,  seres que,  en muchos casos, podríamos calificar,  “redimieron” con penosos trabajos a estos últimos.
·        Tal vez, aunque lenta, esa “redención” fue compartido fruto con una educación escolar, algo distanciada del entorno más próximo a la población residente en las Minas,  consiguiendo sobreponerse al endémico y elevado índice de analfabetismo que azotaba a gran parte de la provincia. (El total de matriculación, en el semestre anterior, sumaba 1164 alumnos/as en las escuelas de la Compañía) No obstante, hubo jóvenes escolares que no pudieron terminar un ciclo completo de enseñanza porque debían aprestarse a trabajar para ayudar a las deficientes economías familiares. Los libros de la Compañía, siempre precisos en sus anotaciones, registraron numerosos casos como los señalados.

·        Pero además, en el país se arrastraba aún, con sabor agridulce, la pasada tragedia del desastre colonial de 1898 y, de vez en vez, aparecían en la escasa prensa que circulaba en Rio Tinto, noticias como las recompensas otorgada por el Gobierno, concediendo la Cruz Laureada de San Fernando, por sus actuaciones en Filipinas, al Tte. Martín Cerezo y al Capitán Las Morenas. Sin duda merecidísimas condecoraciones, pero que avivaban aletargados y tristes sentimientos, de forma generalizada.

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