Había nacido, el Alcalde Lozano, en Minas de Rio Tinto el 26 de Enero de 1914, hijo de Miguel Lozano y Rosario Bergillos, recibiendo la educación primaria que entonces se impartía en las Escuelas de la Compañía de Rio Tinto y sería allí, siendo imberbe chaval, encuadrado en la Organización de Boys Scouts, donde comenzaría a germinar su faceta de connotación seudo-militar que ya no le abandonaría y marcaría su juventud en posteriores años. (Podemos contemplarle, con poca edad, foto adjunta: 2ª fila, 3º por la derecha, posando con la tropa que dirigía el Inspector de las Escuelas, D. Enrique Ramirez Martinez). Otra foto, mucho más conocida, -y por tanto prescindimos colgarla de nuevo- en la que aparece, ya adolescente, con el grupo que asistió al Jamboree de 1929 en Birkenhead (Inglaterra) se muestra con estudiada seriedad.(?). Su plenitud laboral la obtuvo trabajando para la RTCL en los Deptos de Talleres Minas y Central Eléctrica.
Aún intentando bosquejar aquellos primeros años de juventud, es necesario volver a la gestión que le ocupó desempeñar, como primera autoridad civil y Jefe Local del Movimiento, pues este otro cargo, falangista, era inherente y necesario para detentar el primero. Recordemos que en el año de su nombramiento continuaba la conflagración europea con todas las funestas consecuencias que se derivaron de la II Guerra Mundial. Aunque país neutral, los problemas colaterales generados por el conflicto, aumentados por una autarquía implantada por el Régimen Nacional Sindicalista, se traducían en escaseces alimentarias que recaían en una población que no lograba remontar los sufrimientos de su propia guerra incivil.
Al socaire del ideal falangista, propugnado por el Régimen, organizó una parodia de tropa donde, obligatoriamente, debían encuadrarse muchachos de entre 10 y 18 años en Centurias, con banderas, mandos, uniformes de azules camisas y todo un vistoso montaje que plagiase a un ejército dispuesto a vencer al comunismo y la masonería. La indisciplina podía ser castigada con el clásico raspado de cabeza. Ciertamente imprimían colorido, al menos, los frecuentes desfiles que él presidía, con uniforme, desde el pódium situado en ocasiones, sobre el lugar que hoy ocupa el Bar de Garzón y otras, desde las puertas del Ayuntamiento.
Mantuvo, pues no había otro remedio, los inefables y cuestionados comedores de Auxilio Social . Alcanzó una meta, reservada sólo a muy fieles miembros del Movimiento, consistente en ser designado Procurador a Cortes tras encabezar, en Rio Tinto, la recordada manifestación patriótica de 1946 como protesta, en toda la nación, por la exclusión de España de la ONU.
(Contin)
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